domingo, 19 de octubre de 2008

Que realidad expresa el término Palabra de Dios


La Palabra de Dios de la que es testimonio la Escritura asume, por tanto, diversas formas y contiene diferentes niveles de significación. Esta Palabra designa a Dios mismo que habla, a su Verbo divino, a su Verbo creador y salvador y, finalmente, a su Verbo encarnado en Jesucristo, al mismo tiempo «mediador y plenitud de toda la Revelación» (DV 2). Para Lucas, la Palabra de Dios se identifica justo con la enseñanza oral de Jesús (Lc. 5, 1-3), guiando el mensaje pascual, el kérygme, que a través de la predicación de los apóstoles «crecía y se multiplicaba» como un organismo viviente (Hch. 12, 24). Dicha Palabra de Dios, una y múltiple, dinámica y escatológica, personal y filial, habita y vivifica la Iglesia por medio de la fe; ella se entrega en las Sagradas Escrituras como un testigo histórico y literario, como un depósito sagrado destinado a la humanidad entera. De aquí surge esta nueva y decisiva modalidad de la Palabra de Dios, el texto sagrado, la forma escrita que consideró al pueblo de Israel como testigo de la primera Alianza. De aquí también surgen las Escrituras del Nuevo Testamento que la Iglesia ha recibido a su vez del Espíritu Santo y de la tradición apostólica, Escrituras que ella considera fuentes normativas y definitivas para su vida y su misión.En resumen, la Palabra de Dios escrita o transmitida es una palabra dialogal además de trinitaria. Se le ofrece al hombre a través de Jesucristo para introducirlo en la comunión trinitaria y hacerlo encontrar su identidad plena. Según el prólogo de san Juan, esa Palabra personal de Dios interpela a la humanidad y plantea inmediatamente la cuestión de su acogida: «Vino a su casa, y los suyos no la recibieron», pero «a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn. 1, 12).
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